viernes, abril 01, 2005

Complejidad y Pensamiento Social


La Dra. Mayra Espina Prieto, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de La Habana, nos introduce en los debates sobre Pensamiento Social y Complejidad. Espina presenta un sintético y consistente panorama de los nuevos rumbos del pensamiento y la teoría social, a partir de las reconstrucciones y debates epistemológicos que han tenido lugar en el escenario de las ciencias sociales, particularmente desde mediados del Siglo XX hasta la actualidad. Su aporte toma especialmente en cuenta la perspectiva de la complejidad en la comprensión de lo social, con una mirada que abarca las propuestas de pensadores universales.

En la segunda mitad de los años 90 del siglo que acaba de concluir se fue haciendo común en las ciencias sociales la presencia de la noción de complejidad y de diferentes conceptos a ella asociados (p.e. autopoiesis, caos, incertidumbre, no linealidad), para referirse a procesos de naturaleza social, presencia que se ha hecho más visible en los inicios del siglo XXI. Las reacciones de la comunidad académica de ciencias sociales ante la teoría de la complejidad y su introducción en estas disciplinas han sido variadas y va desde los que consideran que abre un camino innovador que contribuiría a resolver viejas limitaciones del pensamiento social, hasta el escepticismo y la negación más absoluta.

En la primera posición los ejemplos más conocidos serían Luhman (1982), con su teoría de los sistemas complejos y el uso en ella de la noción de autopoiesis para explicar lo social como sistema que aprende, se autogenera y autoorganiza, y Edgar Morin (1990, 1996), quien ha asumido la complejidad en su sentido más fundamental de método.

Entre los opositores los argumentos más extendidos son los de que esta corriente solo representa una moda pasajera, el uso de nuevos términos para denominar fenómenos y procesos ya conocidos y adecuadamente conceptualizados por otras matrices teóricas, que solo es un intento ilegítimo de extrapolar un modelo construido para otros ámbitos de la vida (como lo fue en su momento el uso de modelos mecánicos o evolucionistas) que se quiere convertir forzadamente en un nuevo paradigma y que, lejos de esclarecer nuevas realidades, oscurece la comprensión de lo ya conocido, como una especie de impostura científica.

Un peligro que se atribuye a la acogida de las nociones de complejidad en el pensamiento social es que enmascaran un posicionamiento agnóstico de nuevo tipo, que socava la legitimidad del saber científico, al debilitar la certeza de que es posible alcanzar un conocimiento acabado de un orden sometido a leyes invariables, dado el énfasis que colocan en lo emergente, lo imprevisible, lo autoorganizativo, lo azaroso, lo acausal, cualidades obviamente mucho más difíciles de discernir y de someter a un patrón de comportamiento preestablecido, con leyes con un ámbito de vigencia espacio-temporal suficientemente amplio como para dotarlas de cierta universalidad.

El texto de la Dra. Espina se involucra en el debate partiendo de la idea de que lo que se ha dado en llamar “teoría de la complejidad”, aunque ciertamente está configurada principalmente a partir de hallazgos en las ciencias naturales, exactas y técnicas, tiene claras derivaciones epistemológicas (especialmente en lo que se refiere a la relación sujeto–objeto), con lo que desborda los marcos estrictamente disciplinares para situarse en el espacio multidimensional de la concepción de realidad y del acto de conocerla, de producir saber en general, y con ello entronca con toda coherencia con las críticas que las propias ciencias sociales han producido a lo largo de su historia, a posiciones reduccionistas que intentan concebir y manejar lo social desde su simplificación.

Antes de pasar a esas reflexiones el texto realiza dos acotaciones: qué entiende la autora por pensamiento social (o disciplinas sociales) y por complejidad. Con pensamiento social o, más concretamente, disciplinas sociales, se refiere al conjunto de saberes constituido como áreas científicas particulares, y eventualmente aplicadas, que se configuran como ámbitos autónomos del conocimiento (con objeto y métodos propios) en la segunda mitad del siglo XIX, como son, principalmente, la economía, la sociología, la psicología, la antropología, la historia y las ciencias políticas (Wallerstein 1995), las que, por las condiciones semejantes en que se constituyeron como tales, la cercanía de sus respectivos objetos y por las peculiaridades compartidas de la relación sujeto-objeto que las caracteriza (sujeto-sujeto, para decirlo con mayor precisión) comparten un conjunto de rasgos y posicionamientos generales relativos a las formas de conocer, que permiten tomarlas como un conjunto, haciendo abstracción, para los fines de este análisis, de las particularidades de sus historias respectivas y contenidos específicos. De tal manera, las reflexiones que aporta abordan debates y problemas que son comunes, en mayor o menor grado, al conjunto, ubicándose en un terreno de confluencia epistemológica.

En lo que se refiere a la complejidad, nos podemos encontrar indistintamente con referencias a la teoría de la complejidad, ciencia del caos, perspectiva de la complejidad, pensamiento complejo o de la complejidad, entre otros términos al uso. Cuando se alude a una teoría de la complejidad o, a veces de forma intercambiable o equivalente, a una ciencia o teoría del caos, generalmente se está agrupando bajo esta denominación un conjunto de hallazgos realizados principalmente dentro de la física, la química, la biología, la matemática, la geometría, la meteorología y la cibernética, que develan un conjunto de rasgos de la existencia no contemplados en las teorías anteriores (Ver; Delgado 2002; Hacking 1995; Ibáñez 1990; Morin 1996). Entre los hallazgos que tributan a la teoría de la complejidad se encuentran las investigaciones sobre no-linealidad, de Lorenz, y la cibernética, con la idea de retroacción y, con ellas, la de una causalidad no lineal, donde los efectos no son proporcionales a las causas y se intercambian; los objetos fractales de Mandelbroth; los atractores extraños de Reulle; la nueva termodinámica de Shaw; la autopoiesis de Maturana y Varela; las teorías de la información, que describen universos donde se simultanean orden y desorden y de lo que se extrae algo nuevo, la información; la teoría de sistemas, donde el todo es más que la suma de las partes y donde la organización del todo produce cualidades emergentes, no preexistentes en las partes; la noción de autoorganización, aportada por la teoría de los autómatas autoorganizados de Von Neuman: las máquinas vivientes, a diferencia de las artificiales, tienen la capacidad de reproducirse y autorregenerarse; el principio de generación de orden a partir de ruido de Von Foerster; la teoría de Atlan del azar organizador; la teoría de Prigogine de las estructuras disipativas....

Aunque referirse a este variado conjunto como una teoría es un exceso, puesto que ello significaría que se ha constituido como un sistema de principios, rasgos, leyes o patrones comportamentales, como un cuerpo de conocimientos integrado y articulado coherentemente, lo que no ha sucedido realmente, es innegable que, tomados en conjunto todos estos hallazgos, y aunque se hayan producido de forma independiente y con fines específicos dentro de sus campos investigativos respectivos, abren un ámbito de reflexión diferente. En síntesis, estos estudios pueden ser agrupados en lo que se ha denominado análisis de dinámicas no lineales y de autoorganización (Delgado 2002) y tienen como característica esencial el que, además de retar principios de la ciencia constituida, se ubican en cualidades y procesos que aparecen en la interacción de diferentes formas de la existencia (física, química, biológica, por decirlo de una forma tradicional) y que, por lo tanto, se resisten a los moldes estrictamente disciplinares del conocimiento científico, ubicándose en un espacio transversal, transdisciplinar.

Por su parte la denominación de pensamiento complejo, bastante conocida en las ciencias sociales, se refiere específicamente a la propuesta de Edgar Morin (1996) de transitar hacia una reforma del pensamiento, que se propone superar las maneras de producir saber que reducen el conocimiento del todo al de las partes y lo descontextualizan, asumiendo la preeminencia de una causalidad universal, y avanzar hacia una forma de pensar que “trata a la vez de vincular y de distinguir, pero sin desunir” y que acepta el reto de la incertidumbre.

Otras denominaciones más difusas como enfoque de la complejidad, perspectiva de la complejidad, episteme compleja, paradigma de la complejidad, se orientan más hacia la capacidad de renovación de estos hallazgos en el terreno transdisciplinar epistemológico, en la construcción cosmovisiva.

El estudioso cubano Carlos Delgado (2002), recreando una propuesta de C. Maldonado (1999), propone la siguiente distinción:

1. La complejidad como ciencia propiamente dicha, las ideas científicas que tienen un carácter más concreto y específico, el estudio de la dinámica no lineal en diversos sistemas concretos.

2. La complejidad como método, las construcciones metodológicas a partir de estos desarrollos científicos, la propuesta de un método de pensamiento que supere las dicotomías de los enfoques disciplinarios del saber y que consiste básicamente en el aprendizaje del pensamiento relacional.

3. La complejidad como cosmovisión, las elaboraciones acerca del mundo en su conjunto y el proceso de la cognición humana en general, la elaboración de una nueva mirada al mundo y al conocimiento que supere el reduccionismo a partir de las consideraciones holistas emergentes del pensamiento sistémico.

La tercera distinción, la complejidad como cosmovisión, está aludiendo al hecho de que ha quedado configurado una ruptura en las formas de conocer; una ruptura entre un ideal de simplificación como instrumental legítimo y deseable para conocer el universo y de apropiación-transformación de este, que lo considera como algo acabado, ya hecho, que el sujeto debe descubrir y explicar, y otro ideal, el de la complejidad, que no reduce el universo, que acepta el reto de la multiplicidad, la diversidad, lo relacional de este y su carácter inacabado, en construcción, y por ello indeterminado y también, construible.


Naiara Artaza

Pensamiento Social y Complejidad. Mayra Espina Prieto. Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de La Habana, en TRANSDISCIPLINARIEDAD Y COMPLEJIDAD EN EL ANÁLISIS SOCIAL, Luis Carrizo, CLAEH, Uruguay (Ed.), Mayra Espina, CIPS, Cuba y Julie Thompson Klein, Wayne State University, EUA. UNESCO. 2003.

1 comentario:

peter@how to study dijo...

Sorry but is this Spanish?